Tres regiones... Tres lenguas... Tres múltiplos étnicos.
Tres avatares: el rebaño socialista del Incario, sin escritura y sin rueda, pero con garra imperial... el fecundo aluvión hispánico... La República, suprema aventura del mestizaje.
El signo triádico de nuestra cultura es el signo de la varonía. Pero varonía entendida, sentida y resentida, como canibalismo. Como expresión de subcultura.
El eje de las tres coordenadas de nuestra historia es el fratricidio. O consumado o latente. Desde Huáscar y Atahualpa hasta Manuel y Edgardo.
Este último, legítimo heredero de nuestro "pathos" incurable pronuncia, refiriéndose a la Coalición, estas palabras nefandas: "Señores, se han unido los ladrones y los asesinos"... La descarga del odio no se detiene ni ante el vínculo sagrado de la sangre.
Entre nosotros, la capacidad de odiar sin medida otorga preeminencia y establece jerarquías. Porque no es este señor el único energúmeno que aspira a representar a la Nación. Hay otro candidato a la Presidencia de la República y es también un epónimo exponente del jacobinismo.
Se trata del panegirista de Guevara y detractor de las Fuerzas Armadas. Como un nuevo señor de horca y cuchillo, tiene el propósito sincero, según lo ha expresado públicamente, de acorralar a la derecha, de reducirla a su última expresión y de asestarle luego, con férvido espíritu cristiano, el golpe de gracia.
Los hombres que producen y que luchan, ¿permanecerán como siempre con los brazos cruzados en espera de poner sus cabezas, resignadamente, en la guillotina que se está montando?...
O se producirá por fin una reacción nunca tardía de los hombres apolíticos, prácticos y honestos, capaces y lacónicos que respalden una revolución de empresarios audaces, si no para tomar Palacio, por lo menos para colgar a la entrada un letrero premonitorio: Prohibido el ingreso de los demagogos, de los energúmenos y de los poetas...
Tres avatares: el rebaño socialista del Incario, sin escritura y sin rueda, pero con garra imperial... el fecundo aluvión hispánico... La República, suprema aventura del mestizaje.
El signo triádico de nuestra cultura es el signo de la varonía. Pero varonía entendida, sentida y resentida, como canibalismo. Como expresión de subcultura.
El eje de las tres coordenadas de nuestra historia es el fratricidio. O consumado o latente. Desde Huáscar y Atahualpa hasta Manuel y Edgardo.
Este último, legítimo heredero de nuestro "pathos" incurable pronuncia, refiriéndose a la Coalición, estas palabras nefandas: "Señores, se han unido los ladrones y los asesinos"... La descarga del odio no se detiene ni ante el vínculo sagrado de la sangre.
Entre nosotros, la capacidad de odiar sin medida otorga preeminencia y establece jerarquías. Porque no es este señor el único energúmeno que aspira a representar a la Nación. Hay otro candidato a la Presidencia de la República y es también un epónimo exponente del jacobinismo.
Se trata del panegirista de Guevara y detractor de las Fuerzas Armadas. Como un nuevo señor de horca y cuchillo, tiene el propósito sincero, según lo ha expresado públicamente, de acorralar a la derecha, de reducirla a su última expresión y de asestarle luego, con férvido espíritu cristiano, el golpe de gracia.
Los hombres que producen y que luchan, ¿permanecerán como siempre con los brazos cruzados en espera de poner sus cabezas, resignadamente, en la guillotina que se está montando?...
O se producirá por fin una reacción nunca tardía de los hombres apolíticos, prácticos y honestos, capaces y lacónicos que respalden una revolución de empresarios audaces, si no para tomar Palacio, por lo menos para colgar a la entrada un letrero premonitorio: Prohibido el ingreso de los demagogos, de los energúmenos y de los poetas...
Correo, 17 de julio de 1968
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