El costo de los sueños


Según reza un decir, soñar no cuesta nada. Pero soñar desde el Gobierno equivale a conducir a una Nación a la hecatombe.

Los países subdesarrollados eligen por lo general gobernantes subdesarrollados. Pero los cómplices más conspicuos del subdesarrollo son los gobernantes románticos. Los que desconocen o desprecian la ecuación que existe entre los medios y los fines. Los que saltan etapas. Los que a base de drogas heroicas tratan de acelerar el pulso vital de una Nación y la exponen, a la postre, a la hemiplejía o al infarto.

Tales gobernantes, ensimismados y arrogantes, pretenden realizar en un solo período la tarea de cinco y crean, en cambio, un campo de Agramante.

Lo que ocurre es que la lógica, la mesura y el buen sentido son plantas exóticas que no se han llegado a aclimatar en el Perú. Vivimos en el reino augusto de la improvisación, la aventura y la poesía.

¿Si se siguiera la secuencia dictada por la razón, no debería ser el primer paso transformar la Costa, yerma y sedienta, en una sola franja verde desde Tumbes hasta Tacna?... ¿No es la Sierra, el segundo, con su claro destino de granero y dehesa?...

¿Por qué entonces, prematuramente, antes de fortalecer la musculatura de la Nación, damos el salto a la garrocha hacia la montaña?...

Porque para los gobernantes románticos, lo próximo y factible carece de prestigio; se sienten atraídos irresistiblemente por lo lejano, por lo inaccesible. Los visionarios, los nuevos "socios de Dios", se enamoran de lo remoto, en el espacio y en el tiempo.

Si se conociera el verdadero costo astronómico de Brasilia, hermético secreto de Estado, estallaría una revolución en horas.

¿Hasta qué punto pueden los gobernantes de América Latina explotar el tropicalismo de sus pueblos y condenarlos a la pobreza en pos de ilusorios Eldorados?...

¿Frente al pragmatismo yanqui debemos tipificarnos como el Continente de los Gobernantes-Poetas, a quienes siguen las masas dócilmente, confiadas "en los mundos mejores creados por las palabras"?...

El nuestro es un Continente de valores auténticos que ignora el precio de las cosas.

En nuestra tierra se quiere implantar, desde arriba, la tesis de "la pobreza luminosa". Desdeñar el vil metal. Hacer obras sin dinero. Peregrina teoría que tiende a reemplazar al "cholo barato" de la demagogia por el cholo gratuito de la mística.

¿Si ni siquiera se remunera el trabajo con el mínimum vital de la ley férrea de los salarios que plagiara Marx, sobre qué base se sustentaría nuestra industria?. ¿En una economía sin mercado de consumo y sin medios de pago?... ¿O es que se vislumbra al Perú del futuro como un Chincheros gigantesco donde se realice el trueque de ollucos por elefantes blancos?

Y se proyecta que nuestra raza milenaria, que ha quedado en el desván de la historia como la piedra cansada del Urubamba, comience de nuevo, febrilmente, a construir Sacsahuamanes, Ollantaytambos y Caminos Imperiales.


Correo, 4 de junio de 1968

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