Pero lo que no podemos hacer, si tenemos los corazones bien puestos, es dejar de vibrar ante la suprema belleza del gesto de Trujillo.
Las palabras del General Francisco Morales Bermúdez, invocando el olvido precisamente en el lugar donde fue vertida la sangre de su padre, perdurarán indeleblemente entre las más nobles, generosas y fecundas que se hayan pronunciado jamás en el curso de nuestra historia.
Lo honran como gobernante. Lo enaltecen como hombre. Lo autentican como cristiano.
El Comercio, 4 de mayo de 1976
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