Esta parábola del Evangelio según San Mateo, sobrecoge a Bruegel hace cuatro siglos y la hace plástica en el lienzo más patético, más desgarrador, más alucinante de toda la historia de la pintura, desde que comienza a balbucear el arte en las cuevas de Altamira.
En el cuadro, aparecen en primer plano seis mendigos invidentes, destacados sobre la indiferencia de un paisaje impasible. Simbolizan esa parte mayoritaria de la humanidad baldada y doliente que se ha dado en llamar en nuestros tiempos "el Tercer Mundo". Entrelazados por sus báculos y por sus brazos, van bajando los invidentes una pendiente. El primero, que oficia temerariamente de lazarillo, cae de espaldas en una ciénaga y es evidente que los que le siguen van a precipitarse igualmente obedeciendo a la fatalidad de un destino solidario.
Es exactamente lo que propone nuestro primer Vicepresidente de la República, en su condición de candidato a la Presidencia, como programa de gobierno: "el intercambio de misiones técnicas entre los países subdesarrollados".
La primera podría ser la de Haití y venir presidida por Papá Doc, para la reforma de nuestro sistema policial. Podría organizarse un cuerpo altamente eficiente que usara los métodos persuasivos de los "Tontons Macoute", a fin de suprimir la inquietud universitaria y extirpar la disidencia política.
Luego podría venir una delegación de Biafra o de Nigeria, para enseñarles a algunas de nuestras tribus selváticas, el tiempo exacto de cocción que deben tener los niños que primero matan y luego engullen, a fin de que mejoren sus recetas culinarias.
Para estudiar la mejor y más técnica aplicación de la ley de Parkington, podría venir una misión del Uruguay y así podríamos acelerar la multiplicación de nuestra burocracia.
Con el fin de reducir nuestra población andina, una misión de la India podría asesorarnos sobre los métodos que emplean para lograr la esterilización voluntaria.
De algunos países del sudeste de Asia, podría venir una delegación de bonzos escogidos, a fin de que hagan ver a nuestros sacerdotes que sus pronunciamientos arrojan menos luz que las antorchas humanas.
Y en el caso de que sus honorarios no fueran muy altos, podríamos contratar a Kubitschek para que construyera, en el corazón mismo de nuestra montaña, la Megalópolis del futuro, diseñada por los mejores arquitectos del mundo...
Mientras los hombres que pretenden regir los destinos del país, vuelvan las espaldas a la revolución científica y tecnológica sin precedentes que está en marcha y que está cambiando la faz del mundo;
Mientras los falsos nacionalismos, creados por el comunismo encubierto, por el pecado de soberbia o por el atraso mental, impongan la tesis que sostiene que es "parcelar el Perú" aprovechar la concurrencia de capitales y técnicos de las naciones de vanguardia;
Mientras nuestras universidades, detenidas en el estereotipo del Convictorio de San Carlos, no se transformen radicalmente para que, en lugar de arrojar a la palestra política tinterillos, agitadores y leguleyos, creen para el campo del trabajo constructivo científicos, ingenieros, empresarios y tecnólogos;
Mientras subsistan los odios estériles y pueblerinos entre los partidos con historia y las instituciones tutelares y se alimenten las fobias entre un Pedro y un Luis;
Mientras tengamos poetas por gobernantes y filósofos por ministros y sean prácticamente sinónimos de vanidad y funcionarismo;
Mientras las izquierdas embozadas o no, traben el libre juego de la dialéctica creadora por excelencia: crecimiento-justicia;
Mientras todo esto ocurra, llegará el año 2,000 y, al igual que en la parábola de San Mateo o en el cuadro de Bruegel, el Perú seguirá, con o sin banco de oro, formando en la fila de los mendigos invidentes, encadenado en la zaga con algún otro pueblo de América Latina, del Mundo Árabe o del África Negra.
Correo, 5 de agosto de 1968
No hay comentarios:
Publicar un comentario