La tercera mujer


Raros exponentes del eterno femenino ejercen esporádicamente el poder... Isabel, Victoria, Margaret. La primera forja y la segunda expande un imperio. La tercera, Bismark con faldas, encarna un anacronismo. Igual que a los seiscientos, lanza sus huestes a la carga en el sentido contrario de la historia. Ignora olímpicamente el rumbo Oeste-Este que marca la brújula y hace recorrer miles de millas hombres, barcos y aviones en dirección Norte-Sur. No va en busca de gloria al encuentro de una armada invencible. Sus designios hacen rememorar el oprobio de la guerra contra los boers y la vergüenza de la guerra del opio. Es sueño de opio pretender reimplantar, en los albores del siglo XXI, el colonialismo.

En esta tragedia de errores cuya proyección es imprevisible, la defección del coloso del Norte no tiene calificativo: niegan a Monroe, vulneran el tratado que ellos mismos propician y alientan la nostalgia de la dama férrea por revivir un pasado de pueblos de presa.

En la medida que la América verdaderamente nuestra que cree en el valor de los principios sea capaz de unirse en un solo latido, el Dos de Abril se inscribirá en la historia como la reedición del Dos de Mayo. La patria del "santo de la espada" –creador de naciones, quedará incólume– "por la justicia de su causa que Dios defiende".



El Observador, 28 de mayo de 1982


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